René Guénon, en la revista «Études Traditionnelles» (París), nº 270, septiembre 1948.
Este libro se presenta a primera vista en una forma singular e incluso inusual: cada uno de sus capítulos está dividido en dos columnas paralelas, que contienen dos series de aforismos o versículos separados que se corresponden entre sí.
Es evidente que, en estas condiciones, es imposible ofrecer un análisis o un resumen de cualquier tipo; de hecho, parece estar más hecho para proporcionar, de alguna manera, temas de meditación que para ser leído de manera continua de un extremo a otro.
También hay que decir que la correspondencia entre los versículos de las dos columnas no siempre aparece con claridad; pero lo mejor es que reproduzcamos la explicación que el propio autor ha tenido la amabilidad de darnos al respecto:
« Las dos columnas han aparecido naturalmente como la réplica de la Tierra y del Cielo y de su necesaria unión que constituye todo el misterio de la encarnación de la vida y de la toma de conciencia de quien la habita. Así, la columna de la derecha es una equivalencia, pero no una explicación de la columna de la izquierda, y, al examinar los múltiples sentidos de estos dobles versículos, se pueden relacionar mediante la síntesis del misterio primero de la creación, siempre más o menos presente por la virtud del sentido alquímico ».
La multiplicidad de sentidos de la que se trata, además, no es intencional, «sino que surge por generación natural de la raíz-madre», es decir, del sentido alquímico que el autor considera como el sentido central y último de su obra. Si hemos entendido bien, dicha obra habría sido escrita bajo una especie de inspiración, y es por eso que contiene más de lo que se ha querido expresar explícitamente, aunque ciertamente es difícil determinar la parte exacta de cada uno de los dos elementos que han colaborado en ella. En cualquier caso, en estas condiciones, no pensamos que se pueda decir que se relaciona propiamente y efectivamente con una tradición definida; pero al menos las tendencias que se expresan son, en suma, de manera general, las del hermetismo, y más precisamente del hermetismo cristiano. Decimos de manera general, porque, si se entra en el detalle, se observa que ciertas cosas, consciente o inconscientemente, parecen haber venido de otro lugar: así, hemos encontrado algunos versículos que recuerdan de manera bastante notable ciertas máximas taoístas, y ciertamente no son las menos dignas de interés. Sea como sea, la importancia primordial que el autor otorga al sentido alquímico define bien la «perspectiva» del conjunto, y también marca sus límites, que no son otros que los del punto de vista hermético mismo.
Debemos añadir que hay aquí y allá algunas «extrañezas» propias de los escritos relacionados con las formas occidentales del esoterismo: así, los títulos de las columnas de la izquierda están todos formados por una serie de anagramas a partir del primero, lo que produce un efecto bastante curioso; pero también, lo que es más desafortunado a nuestro juicio, ciertas enunciaciones se presentan en una forma enigmática que nos parece realmente poco útil; pero no insistiremos más sobre esta cuestión, ya que sabemos que el autor hizo modificaciones y adiciones que ya tiene preparadas para una futura reedición.
No sabemos lo qué pensarán de este libro los «especialistas» en hermetismo, si es que aún hay algunos realmente competentes, y cómo lo apreciarán; pero lo que es cierto es que está lejos de dejar indiferente y que merece ser leído y estudiado detenidamente por todos aquellos que se interesan en este aspecto particular de la tradición.