Raimon Arola explica el contexto de la « PRESENTACIÓN AL LECTOR del MENSAJE ENCONTRADO » (1956) de Emmanuel y Charles d’Hooghvorst
Louis Cattiaux dejó este mundo el 16 de julio de 1953. A partir de aquel momento la familia d’Hooghvorst comenzó los trámites para la publicación de la edición completa del Mensaje Reencontrado y el libro se terminó de imprimir el 30 de abril de 1956 en Denoël, una prestigiosa editorial parisina.
Emmanuel y Charles d’Hooghvorst escribieron la presentación, tal como se lo había solicitado el autor. El texto de los dos hermanos es comedido y austero; sólo escriben las ideas básicas que consideran imprescindibles para el lector. Lo hacen con discreción, pero de un modo que sintoniza perfectamente con los versículos de Cattiaux. Esta presentación se añade pues al prólogo escrito por Lanza del Vasto para la edición de 1946.
El texto comienza con un epígrafe: «Muchos quieren oír pero no saben escuchar», extraído de Le Pimandre de Mercure Trismegiste de François de Foix. Éste último, conde de Candalle y obispo de Ayre (1502-1594), escribió un largo comentario al Poimadrés, atribuido a Hermes Trimegisto, comparándolo con el Nuevo Testamento, principalmente con las cartas paulinas. Esta relación es reveladora del espíritu que anima la obra de Cattiaux y el pensamiento de los d’Hooghvorst y que los vincula directamente a los sabios renacentistas. Aquellos genios humanistas que se entusiasmaron con el reencuentro de los textos de Hermes Trimegisto considerándolos frutos de un único mensaje primordial y universal que denominaron philosophia perennis y que les sirvió para autentificar la divinidad de Jesucristo.
La primera parte de la presentación se basa en una carta de Cattiaux a un antiguo amigo, también pintor. En ella, Cattiaux le explica los distintos niveles de lectura que posee su obra. Este fragmento es pues una transcripción de un comentario del propio Cattiaux. Tal era el respeto con el que los hermanos d’Hooghvorst abordaban el libro de su amigo desaparecido.
La segunda parte está dedicada al carácter profético del Mensaje Reencontrado. La cuestión es extremadamente delicada, pero inevitable, ¿quién es capaz de comprender sin escandalizarse que en pleno siglo xx pueda manifestarse un «nuevo» libro profético? Los hermanos d’Hooghvorst apuntan dicha posibilidad con sutileza, no exenta de tensión. Sin embargo, es una tensión que desborda amor y amistad, por lo que es posible que en una primera lectura pase desapercibida. En nota, los autores remiten al lector a un versículo del propio Cattiaux:
No tenemos en nosotros el Espíritu de Elías y no somos precursor del Señor resucitado en su gloria, que viene al mundo entenebrecido para el juicio tan temido por unos y tan esperado por otros?
También se da la referencia de un artículo escrito con anterioridad por Emmanuel d’Hooghvorst, titulado «El Mensaje profético de Louis Cattiaux», así, el lector interesado debe dirigirse a una revista casi desconocida donde, en uno de sus artículos, el mayor de los d’Hooghvorst explica la función profética de Elías.
No debe extrañarnos que los autores del prólogo escogieran el único fragmento del Mensaje Reencontrado en el que se menciona al profeta bíblico, pues Elías siempre prepara la vía del advenimiento del Mesías triunfante que pondrá fin a las tribulaciones de este mundo y sembrará la simiente del reino de Dios sobre la tierra.
La presentación de 1956 termina solicitando, casi rogando, que el lector no se deje llevar por prejuicios ni apariencias, sino que al juzgar, considere sólo el texto del Mensaje Reencontrado, sin tener en cuenta las implicaciones culturales implícitas y explícitas, por turbadoras que éstas puedan ser. Emmanuel y Charles d’Hooghvorst estaban convencidos de que si alguien examinaba con atención el libro de su amigo llegaría a la misma convicción que ellos, es decir, que Cattiaux actualizaba en toda su dimensión la philosophia perennis o tradición universal. Con discreción, pero también con insistencia y audacia, los d’Hooghvorst demandan una oportunidad a fin de que cada cual juzgue por sí mismo el contenido de la obra que le presentan. Por eso escriben: «Se trata, pues, de una obra de meditación que requiere ser leída, releída y estudiada […]»; seguramente piensan en la sentencia hermética que aparece en el Mutus Liber y que resume el proceso de la obra alquímica: «Ora, lee, lee, lee, relee, trabaja y encuentra». Terminan glosando una frase de la primera carta que Cattiaux escribió a Charles d’Hooghvorst: «Si tienes fe y paciencia, se irá esclareciendo poco a poco por sí misma y todo lo que te parecía oscuro se volverá entonces evidente».
Este texto fue escrito a principios de 1956. Los hermanos d’Hooghvorst no volverían a escribir sobre El Mensaje Reencontrado hasta 1978, cuando se reeditó el libro.