1. Mater

En cuanto a la «Mater», he aquí lo que puedo decirte: no es exactamente que se la pueda rogar, sino más bien sugestionarla, dinamizarla, conmoverla en una palabra, como hace el fuego secreto de dentro que le da las formas propulsadas por el verbo. (Cf. MR 1238: «Nos corresponde a cada uno suscitar a Dios en nosotros mismos con nuestra fe particular, ya sea paciente, suave, intrépida, voluntariosa o, incluso, violenta; pero siempre animada por el fuego del amor.» Véase también MR 2941’: «Estos Nombres divinos se escriben, se deletrean, se nombran y se cantan para dar las formas y para deshacerlas; es un secreto que Dios sólo confía a los renunciados que prefieren morir antes que matar.»).

Fuego, es la luz palpable y sutil con la que han sido creados los mundos visibles e invisibles; es la cosa más delicada de manejar que pueda haber, cuando se la conoce, por supuesto, lo cual ocurre muy escasas veces.

Así muchos, a pesar de su gran inteligencia y su gran saber, se hallan reducidos a la conjetura, porque nunca han visto a la «Mater».

¿Quizá la veas un día? ¿Y quizá tengas el privilegio de la comunión en su cuerpo? Tu simplicidad, tu pureza serán las que decidan sin duda alguna. Piensa en el número prodigioso de los que la buscan y la esperan, creyentes, monjes, magos, ocultistas, sabios atomistas, filósofos, etc… Quizá todavía no sean lo suficientemente pobres para ser colmados de esta forma.

Piensa en ella al despertar y también al acostarte, pues es la verdadera raíz de todo.