

Prefacio
Louis Cattiaux terminó El Mensaje Reencontrado cuando falleció en 1943, hace setenta años. Sin embargo, el libro continúa siendo tan vivo como entonces e igual de esencial para poder penetrar en la vida espiritual de cada uno. No se trata de un libro corriente tanto por su estructura, en forma de versículos alineados en dos columnas, como por su contenido, de una sabiduría hermética casi desconocida en la actualidad. Debido a estas singularidades parecen necesarios algunos comentarios con vistas a facilitar su lectura, y eso es lo que intenta el texto que el lector tiene entre sus manos, si bien somos extremadamente conscientes de que ningún comentario podría sustituir ni mucho menos agotar los significados de uno solo de los versículos del libro. Si así lo creyéramos sería la prueba evidente de la ignorancia del comentador. Podría decirse que El Mensaje Reencontrado admite glosas exegéticas como vía de entrada, y solo en este sentido, hacia su contenido íntimo. Su mensaje es tan antiguo como la humanidad, pero su lenguaje es muy particular y actual.
El libro del agua y del fuego. El enigma de Cattiaux, viene a complementar los dos anteriores publicados también en Herder Editorial. El primero, El Símbolo Renovado. A propósito de la obra de Louis Cattiaux es un estudio del contexto que vivió el autor de El Mensaje Reencontrado, que pone en evidencia las influencias directas y también las divergencias de planteamiento con los artistas y los intelectuales del París de entreguerras. El segundo, escrito con Lluïsa Vert y titulado La actualidad del hermetismo. El mensaje de Louis Cattiaux, es un ensayo que intenta comparar y validar la obra de Cattiaux con las tradiciones universales de distintas épocas y culturas, marginando el contexto del autor. Para hacerlo, el libro se centra en el hermetismo, tanto filosófico como alquímico, pues es la identidad con la que Cattiaux se sentía más identificado, el arte de Hermes como el mensaje interior y universal de la vida espiritual.
En el tercero de esta trilogía se proponen diversas maneras para acceder al libro de Cattiaux de un modo que podría calificarse como más libre y quizá más íntimo, se trata de un texto escrito sin artificio alguno, casi siguiendo una inspiración que fluye como una suave corriente. Los protagonistas del libro son el agua y el fuego, dos principios, dos elementos o dos polaridades que se hallan absolutamente presentes en El Mensaje Reencontrado, y, también, están en la base de cualquier tradición, desde las más antiguas, si bien bajo nombres distintos. El agua y el fuego aparecen, se ocultan, se combinan y se transforman, pero, sobre todo, se unen para originar la creación. El agua es la madre y el fuego es el padre, son complementarios, como lo son la realidad física y la metafísica. Nicolás de Cusa propuso la idea de la coincidentia oppositorum, o ‘coincidencia de opuestos’ para esta complementariedad.
Del encuentro del agua y el fuego emana un enigma profundo: el de la palabra revelada, que en la tradición egipcia sería Horus, el hijo nacido de unos principios complementarios llamados en este caso Isis y Osiris. Se trata, evidentemente, del mismo enigma que subyace en las tradiciones reveladas o las tradiciones del Libro, en las que la palabra, el Logos, se manifiesta como una unidad recobrada y encarnada.
El Mensaje Reencontrado se construyó sobre este enigma. Su autor fue una simple herramienta para reencontrarlo, él mismo lo explica una y otra vez: el personaje particular, el pintor parisino, no es el autor del libro. Su autor fue el Espíritu que lo inspiró y este espíritu es el que, y esto es importante, también lo leerá, el autor y el lector en este caso no importan, el espíritu del libro debe hablar directamente al espíritu del lector. Esto es lo que se ha tratado de alcanzar en estas páginas que no siguen un discurso cerrado, sino que voluntariamente están abiertas para que el viento sople entre ellas.
Desde la Edad Media ha sido común que los autores de los textos alquímicos no firmaran sus obras o que inventaran una leyenda en torno a su persona, Nicolas Flamen o Basilio Valentín serían unos buenos ejemplos de ello. Didier Kahn denomina a este fenómeno la pseudoepigrafía alquímica, una historia que es una pseudo historia y en la que es casi imposible discernir la verdad de la mentira o incluso de una enseñanza encubierta. Muchos alquimistas recurrieron a esta práctica próxima a la falsificación que consistía en atribuir sus obras a autoridades que, en la Edad Media, fueron generalmente los grandes doctores del mundo intelectual: Alberto Magno, Tomás de Aquino, Guillermo de Ockham, Arnau de Villanova, etcétera.
Por eso, en algunas veces hemos llamado a Louis Cattiaux el filósofo de la otredad, porque, siguiendo esta tradición iniciada en la Edad Media, él tampoco quería firmar su obra ni quería que su personalidad pudiera influir en la lectura del libro ya fuera atrayendo o apartando al lector, pues la personalidad exterior tan solo es un medio para recoger y transmitir un mensaje universal.
La razón del subtítulo: El enigma de Louis Cattiaux, conlleva a que nos veamos obligados a profundizar en el enigma de la inspiración. Un tema con unas perspectivas apasionantes, aunque no estén de moda en la actualidad, pues el subjetivismo se ha apoderado del significado de la revelación.
Así, en este libro, además de adentrarnos en el misterio de la conjunción de los opuestos a partir de El Mensaje Reencontrado, hemos procurado profundizar en el enigma que surge de otro encuentro misterioso, el del individuo particular y la inspiración universal.