

RESEÑA DE REMI BOYER sobre el libro de J.-M. d’Ansembourg, «Ensayo sobre el Mensaje Reencontrado de Louis Cattiaux. Confluencia de la sabiduría universal y de la sabiduría cristiana», publicado en 2020 por las ediciones del Miroir d’Isis y por Ediciones Obelisco 2025. Traducción: Jeanne d’Hooghvorst
Sobre el último libro de J.-M. d’Ansembourg, «Ensayo sobre el Mensaje Reencontrado de Louis Cattiaux. Confluencia de la sabiduría universal y de la sabiduría cristiana», presentamos el comentario de Rémi Boyer en la Lettre du Crocodile, publicado el 23/07/20:
«Jean-Marie d’Ansembourg es un autor tan poco común y discreto como valioso. Sus escritos son siempre esenciales, cada palabra está calibrada para servir a la búsqueda de la Verdad. Con este libro, sigue felizmente los pasos de Louis Cattiaux y de Emmanuel d’Hooghvorst, contribuyendo al reconocimiento del Mensaje Reencontrado, considerado como «el último libro conocido del Corpus Hermeticum», situado en la encrucijada del hermetismo y del cristianismo, como una referencia indispensable para el futuro.
Con cautela comienza este ensayo, esta glosa, con una frase de Louis Cattiaux: «Las palabras de los sabios son excelentes, pero quienes pretenden explicarlas a menudo son malos».
Los textos de las dos plegarias, verdaderos Ave María y Pater herméticos, que introducen el Mensaje Reencontrado ofrecen, nos dice, «una misma estructura, muestran equivalencias, respuestas y ecos analógicos». Distingue «los dos componentes de una santa oración»: «el de las alabanzas por atributos divinos, y el de las peticiones y súplicas de la humanidad caída».
«En estos textos –afirma Jean-Marie d’Ansembourg– buscaremos significados analógicos y correspondencias en relación con varias esferas: el mundo divino, la creación o macrocosmos, y los dos microcosmos que son el hombre y la gran obra, estos tres últimos mundos siendo las manifestaciones e imágenes del primero».
Se abordan diferentes temas del Mensaje Reencontrado, algunos evidentes, otros con demasiada frecuencia ignorados: «Ser y no-ser, reposo y acto del Ser, el Innominado, eternidad del bien y del mal, esencia y sustancia, mundo intra-divino y nombres, funciones del Hijo-Verbo-Logos, multiplicación y goce divino, Todo y Nada, proceso de creación y de reintegración, mezcla de Ser y de no-ser, juicio o gran crisis, los dos barros, formas y criaturas de los dos Adanes, luz increada y doble bautismo, montaña y silencio, nube y bendición, salvación y liberación, «por qué» y «cómo», grados del amor-agapé, gran obra y redención de la naturaleza y del hombre, la verdad y sus testigos, etc.»
Como podemos ver, no sólo se trata de una de las metafísicas más exitosas de la Gran Realidad, sino también de la pragmática de la reintegración que se desprende de ella. La cuestión general es, en efecto, la de la «exteriorización» a través de una dualidad cada vez más densa y de la «reintegración», del retorno a la «fuente», de este doble movimiento evocado por las tradiciones bajo distintos velos y vestidos.
Louis Cattiaux en el Mensaje Reencontrado, afirma: «La verdad de Dios bien puede revestir todos los rostros y todos los plumajes, su santa desnudez permanece siempre igual a sí misma» y también: «Cuando lo hayamos separado, clasificado, etiquetado y disecado todo, finalmente deberemos reunirlo y unificarlo todo en la vida, so pena de permanecer sellados en la letra y en la multiplicidad de la muerte».
Se trata de un compromiso incondicional, sólo Dios se reconoce a sí mismo en la selva de las formas. Jean-Marie d’Ansembourg, junto con Louis Cattiaux, propone meditar sobre «los secretos de la Escritura y de la Naturaleza para conocer o reconocer y exaltar el modo divino, escondido en ellas y en nosotros».
Las dos plegarias que abren el Mensaje Reencontrado son también, en cierto modo, su gloria suprema. Juntas son el principio y el fin. D’Ansembourg los ve como los dos triángulos del sagrado hexagrama, que evoca un camino del cuerpo de gloria: «la estrella de seis puntas que sella la unión de estos triángulos designa al Hijo único, fruto de la Madre acuosa y del Padre ígneo».
El trabajo preciso, minucioso, erudito pero accesible de Jean-Marie d’Ansembourg permite encajar numerosas piezas del rompecabezas de la verdad. Acompaña al lector en una de estas «amistades espirituales» demasiado poco frecuentes, para ayudarle a poner orden en la multitud de elementos dispersos y rectificar o mejor, reorientar su trabajo hacia la realización última, con lucidez y humildad.
«No obstante, creemos que de nuestra glosa, al menos, se pueden retener tres cosas», concluye, tras haber repetido la importancia de no confundir la palabra con el objeto designado por la palabra:
La primera es que el conocimiento del Nuevo Testamento es particularmente útil, sino esencial, para sondear el Mensaje Reencontrado –y viceversa–. Cattiaux claramente se había alimentado de éste.
La segunda es la necesidad de informarse sobre la ontología o metafísica universal.
La tercera es que el método tradicional que hemos utilizado –analogía y cotejo de textos: la Escritura comenta la Escritura– abre numerosas ventanas; utilizado en concreto por los comentadores judíos y cristianos, así como por los filósofos herméticos, este método ha demostrado verdaderamente su valor».
Recomendamos pues, encarecidamente la lectura de este libro, independientemente del camino en el que nos encontremos. Es por su profundidad y su metodología, un inestimable compañero de viaje».